Un beso brindó en la frente oscura de su joven amada, y caminó como hace mucho tiempo no hacía por la orilla del río mientras esperaba su regreso. Ella, con la cesta de mimbre repleta de regalos del mar, avanzó hasta su casa, pensativa imaginó las reacciones de sus padres al decirles el futuro que ha escogido… Sus ojos, iguales a dos aceitunas se fijaron en la ruca, y bajo la mirada silenciosa de la luna suspiró.
Los celestes ojos del desnudo muchacho brillaron al ver que la niña, con una sonrisa triste y mirada negra llena de emoción, corrió hasta él. Se hundieron en un abrazo y de la mano entraron al agua. Los vestidos de la chica se fueron mojando con ella hasta que la última moneda de la tiara en su grueso cabello se hundió con ellos, confiando ciegamente en su amado llegó a esa cueva prometida donde sellarían su amor.
—¿Estas segura?— preguntó admirando ensimismado ese redondeado rostro que lo enamoró a primera vista.
—Te seguiré a donde vayas.— Afirmó, tocando con sus dedos los dorados rizos del chico.
—Cuando la luna alumbre esta cueva, no podrás volver a tu tierra.
Se abrazaron, en un tierno beso se encontraban cuando la luna los iluminó.
Con el amanecer la gente del pueblo empezó sus acostumbradas faenas, pero ese día muchos se detuvieron afuera de una ruca, donde, junto a una cesta con ofrendas marinas una mujer lloraba desconsolada
Este me sigue encantando! Corto, preciso y lleno de magia y tradición.
Ojalá hubiera mas cuentos de sumpalls
Saludos!